Thursday, March 17, 2005

Pequeñas resistencias 3
Antología del nuevo cuento sudamericano. Edición de J. C. Chirinos, C. Dávalos, M. Gayoso, A. Neuman, X. Oquendo, P. Padilla Osinaga, G. Peveroni, M. Valdés y J. G. Vásquez. Edición de Páginas de Espuma, 2004. Madrid, España. 421 páginas.

Pequeñas resistencias 3 constituye la tercera entrega de un ambicioso proyecto que Juan Casamayor, responsable de Páginas de Espuma, comenzó a dar a conocer en 2002 (acompañado por Andrés Neuman en la coordinación general y editor asimismo de la primera antología), con la aparición de Pequeñas resistencias, antología del nuevo cuento español. Entre aquel y este último, en 2003 apareció el segundo ladrillo del edificio, una antología del nuevo cuento centroamericano coordinada por el panameño Enrique Jaramillo Levi. Desde el comienzo el proyecto se planteó como una fiesta reivindicativa del cuento, de su valor como género literario y de su actualidad y fuerza frente a su tradicional minusvaloración como modelo narrativo, por parte de la crítica, el público y el mercado, frente a la novela. Pequeñas resistencias pretende encarnar, como se indica ya en su título, una actitud militante y combativa, convirtiéndose así en el mascarón de proa del proyecto general de una editorial, Páginas de Espuma, empeñada en demostrar que se puede “vivir del cuento”, que hay un espacio para él en el superpoblado panorama narrativo español para hacer viable un proyecto tan arriesgado como digno de alabanza.
Soy algo escéptico respecto a esas llamadas al optimismo que desde las páginas introductorias de todos los volúmenes de Pequeñas resistencias se nos hace para demostrarnos que el desinterés del pasado por el cuento se va transformando en una atención creciente. Es cierto que empieza a notarse una mayor consideración en, digamos, los medios especializados, pero sinceramente pienso que las exigencias de atención y profundidad que la lectura del cuento solicita dificultan su aceptación masiva en unos tiempos demasiado veloces que gustan de planteamientos literarios más simplistas y menos arriesgados, y por ello más propios de ciertas propuestas novelísticas que son las que encuentran hoy un eco generalizado entre el público lector. No obstante, también el que esto escribe es un enamorado irredento del cuento; lo que me obliga a subrayar que la aventura de Páginas de Espuma, y en concreto Pequeñas resistencias, constituye ahora mismo uno de los espacios más interesantes y valiosos de la edición española.
Esta tercera entrega vuelve a un planteamiento de partida generacional que guió la elaboración del primer volumen, al incluir como aquel autores nacidos a partir de 1960 (el dedicado al cuento centroamericano amplió ese arco cronológico), y en él se dibuja la penúltima región del cuento en español, la de Sudamérica, a la espera de que, con la próxima aparición del cuarto y último capítulo, dedicado a Norteamérica (México y Estados Unidos) y el Caribe, se complete el atlas completo de la producción cuentística en español del presente. Para el proceso de selección, además de esa delimitación cronológica en la edad de los cuentistas, se exigió asimismo otro requisito fundamental que guió también los volúmenes anteriores: el que los antologados tuvieran, al menos, un libro de cuentos publicado. Por un lado, tal exigencia resulta lógica si lo que se quiere es mostrar la obra de autores que en principio prestan atención al género, al menos como parte importante de su labor, y no la de aquellos narradores para los que el cuento sería una dedicación subsidiaria.
Ahora bien, reconociendo la dificultades que implica -seguramente insalvables- elegir criterios justos y certeros para establecer quién puede ser considerado cuentista y quién no, es evidente que el requisito mencionado no soluciona el problema. Los cuentos como iniciación a la narrativa, paso previo a la aventura para muchos escritores más valiosa de la escritura novelística, o como ejercicio de fases intermedias entre novela y novela, constituyen, entre otras, actitudes nada infrecuentes de numerosos narradores y narradoras que, como consecuencia de ello, suman volúmenes de cuentos en su trayectoria sin que ello signifique que esos textos provengan de un interés específico y de una reflexión profunda sobre el género. Suele afirmar Rodrigo Fresán, cuentista argentino incluido en el primer volumen de Pequeñas resistencias, que hay libros de cuentos y libros con cuentos; del mismo modo puede asegurarse que hay novelistas que son también cuentistas o viceversa; narradores y narradoras que son exclusivamente cuentistas y, por último, novelistas que simplemente escriben cuentos.
En absoluto pretendo con estos apuntes cuestionar el método de elección de autores y mucho menos los nombres seleccionados, señalo tan sólo los problemas que irremediablemente arrastra una antología que debe jugar a dos barajas, la de la representatividad (que conlleva la obligatoriedad de abarcar todos los países del área con varios nombres), por un lado, y la de una supuesta dedicación relevante al género, como señala Juan Casamayor en la nota preliminar. Si asumimos esa “dedicación relevante al género” como factor fundamental de selección, y desde luego compartiendo la imposibilidad de que cualquier antología dé gusto a todos, sí echo en falta dos nombres con una obra cuentística de gran calidad y que surge de un interés concreto por la narrativa breve: me refiero al chileno Sergio Gómez y al argentino Martín Rejtman (narrador además dedicado exclusivamente al cuento), e incluso añadiría al también argentino Marcos Herrera, autor de un excelente libro de relatos titulado Cacerías. A pesar de ello, justo es reconocer que Pequeñas resistencias 3 ofrece un panorama muy completo de la región del cuento en Sudamérica.
La siguiente pregunta deber ser qué nos dice el libro del estado actual del género en esa zona geográfica. Como valoración general diría que demuestra la continuidad de su buena salud, que la enorme herencia del pasado no se ha diluido y sigue percibiéndose en la calidad de un buen número de nombres del presente, aunque habría que añadir que se echa en falta que ese dominio técnico se tradujera en poéticas más transgresoras respecto a los modelos clásicos. En segundo lugar, destacaría una diversidad de tonos y temáticas muy acusada, como no podía ser de otra manera en un volumen que recoge textos de cincuenta autores de diferentes países, pero que sí apunta a una constante muy significativa y que tiene que ver con el alejamiento respecto a uno de los modelos más relevantes del cuento hispanoamericano a lo largo de su tradición: el del género fantástico, abandonado casi por completo en la obra cuentística de estas nuevas generaciones, más atentas a una cotidianidad plasmada desde estéticas preferentemente realistas.
Asimismo, de la lectura de Pequeñas resistencias emana la impresión de que es en aquellos países donde hay una tradición de más peso, diría que preferentemente Argentina, Uruguay y Perú, sin olvidar a Venezuela, donde, vistas en el conjunto de las respectivas selecciones nacionales, encontramos narraciones más depuradas y mejor resueltas técnicamente, aunque ello no impide que encontremos excepciones de relatos de gran calidad provenientes de los otros países. Esa diversidad de planteamientos y propuestas se hace ya visible en el original prólogo del volumen -a modo de entrevista-, donde los antólogos dejan ver sus diferencias a la hora de reflexionar sobre el cuento como género literario y sobre su papel y desarrollo en sus respectivos lugares de origen.
La calidad media del volumen es alta, teniendo en cuenta además los requisitos que debían ser atendidos. Obviamente, junto a cuentos de enorme valor encontramos textos de menor altura, algo en parte explicable si tenemos en cuenta la amplitud de la muestra por la obligación de dar a conocer de la manera más extensa posible la producción cuentística de un área geográfica enorme. Destacaría el inolvidable “Infierno grande”, del argentino Guillermo Martínez, y “El sitio” y “Marvin”, de los también argentinos Martín Kohan y Gustavo Nielsen respectivamente; “La viuda”, de la boliviana Giovanna Rivero; “Amor sobre ruedas”, del chileno Alberto Fuguet; “No sé por qué me casé con vos” y especialmente “El regreso”, de los colombianos Jorge Franco y Juan Gabriel Vásquez; “Ese maldito gusto por la música”, de la ecuatoriana Lucrecia Maldonado; “La puerta par”, de Mabel Pedroso, en la selección paraguaya; por parte de Perú, “El acoso”, de Jorge Eduardo Benavides, y “Los garfios de Carrero”, de Pedro José Llosa Vélez; “El Dr. Ash está un poco loco” y “Anastasio Méndez, el soldado de Aparicio”, de los uruguayos Gabriel Peveroni y Gabriel Sosa, y por último, el muy interesante “Escritores famosos”, de Alberto Barrera Tyszka, y “Pelópidas”, de Juan Carlos Chirinos, y “Joanna reina y látex”, de Slavko Zupcic, dentro de la selección del cuento venezolano.
Pequeñas resistencias 3 confirma la solidez y oportunidad del proyecto al que da continuidad -el dibujo de un “atlas” del cuento actual en español- y constituye una prueba más de la seriedad y la ambición de la propuesta editorial de Páginas de Espuma y de Juan Casamayor.

Eduardo Becerra. Publicado originalmente en la revista cultural Lateral (Madrid, 2004).

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